Mi corazón, como un pájaro, voltigeaba gozoso Y planeaba libremente alrededor de las jarcias; El navío rolaba bajo un cielo sin nubes, Cual un ángel embriagado de un sol radiante. ¿Qué isla es ésta, triste y negra? —Es Citerea, Nos dicen, país celebrado en las canciones, El dorado banal de todos los galanes en el pasado. Mirad, después de todo, no es sino un pobre erial. —¡Isla de los dulces secretos y de los regocijos del corazón! De la antigua Venus, soberbio fantasma Sobre tus aguas ciérnese un como aroma, Que satura los espíritus de amor y languidez. Bella isla de los mirtos verdes, plena de flores abiertas, Venerada eternamente por toda nación, Donde los suspiros de los corazones en adoración Envuelven como incienso sobre un rosedal Donde el arrullo eterno de una torcaz -Citerea no era sino un lugar de los más áridos, Un desierto rocoso turbado por gritos agrios. ¡Yo, empero, vislumbraba un objeto singular! No era aquello un templo sobre las umbrías laderas, A
Blog para los alumnos de 2ª Bachillerato