Capítulo 1 Los nuestros llevaban ya tres días en Ruletenburg. Yo creía que meestarían aguardando como al Mesías; pero me equivocaba. El general,que me recibió indiferente, me habló con altanería y me envió a suhermana. Era evidente que, fuese como fuese, habían conseguido algún préstamo. Hasta me pareció que el general rehuía mis miradas. María Philippovna, muy atareada, apenas si dijo unas palabras. Sinembargo, aceptó el dinero que le traía, lo contó y escuchó mi relatohasta el fin. Estaban invitados a comer Mezontsov, un francés y también un inglés. Desde luego, aquí, cuando se tiene dinero, se ofrece ungran banquete a los amigos. Costumbre moscovita. Paulina Alexandrovna, al verme, me preguntó en seguida porqué había tardado tanto en volver, y sin esperar mi respuesta se retiróinmediatamente. Naturalmente que aquello lo hizo adrede. Pero eraindispensable, sin embargo, tener una explicación. Tengo el corazónoprimido. Me habían de