En el siglo XVII tuvo lugar un importante desarrollo de la dramaturgia europea, sobre todo en Inglaterra, España, Francia e Italia. Las compañías teatrales seguían siendo en su mayoría itinerantes, pero ya a finales del siglo XVI empezaron a establecerse. Las representaciones de aficionados dejaron de tener su antigua importancia, apareciendo la figura del actor profesional, aunque la situación económica y social de las gentes de teatro continuó siendo muy precaria. Si en Italia el actor gozó de cierta consideración, en Inglaterra la tradición puritana se mostró siempre hostil a los que participaban de un arte tan disoluto, mientras que en la católica Francia la Iglesia negaba los sacramentos a los cómicos. La intervención de las mujeres en los escenarios variaba: en Italia y España las actrices eran admiradas, pero en Inglaterra y en Alemania los papeles femeninos eran representados por muchachos.
Hay que subrayar que a lo largo del período se otorgó una creciente importancia a la preceptiva literaria, aplicada con no menos intensidad a las obras teatrales. Las "reglas del arte" puestas en vigor consistieron, principalmente, en la idea de verosimilitud, en el sentido clásico del decorum (cada personaje debía comportarse según su rango social), en la adecuación del estilo al tema (entre los tres niveles posibles: lírico, épico o trágico y cómico o satírico) y, por último, en las "tres unidades" de acción, tiempo y lugar. Esta normativa se basaba en la Poética de Aristóteles, que se convirtió en un texto canónico insoslayable para la estética literaria. Sin embargo, si bien en Francia las reglas tuvieron un carácter cada vez más imperativo, tanto en España como en Italia fueron solamente respetadas, y en Inglaterra se ignoraron casi por completo.
La escena inglesa en tiempos de Shakespeare
A finales del siglo XVI, durante el reinado de Isabel I de Inglaterra, se construyeron en Londres los primeros teatros públicos y estables. Los teatros isabelinos eran construcciones de forma octogonal o circular, hechos de madera, con un patio central a cielo abierto y galerías circundantes. Tenían aproximadamente 25 metros de diámetro exterior y unos diez de altura.
En el patio, los espectadores permanecían de pie. Sobre la plataforma del escenario, en un piso superior sostenido por columnas, se encontraban las dependencias para la maquinaria de efectos especiales y demás accesorios de la tramoya. Aunque la acción dramática se desarrollaba principalmente en el escenario, una galería situada al fondo del mismo era empleada cuando la escena incluía un balcón (como en Romeo y Julieta) o lo alto de una muralla (como en Macbeth). En algunos teatros, una segunda tribuna más pequeña estaba destinada a los músicos.
Al fondo del escenario, dos puertas permitían la entrada y salida de los actores. En los teatros más evolucionados se situaba entre ellas un segundo espacio, de reducidas dimensiones, denominado escenario interior. Separado de la plataforma principal por una cortina, este ámbito servía para recrear ambientes específicos, como dormitorios o cuevas. Por medio de las trampillas distribuidas en el suelo del escenario principal se representaban diversos efectos, como sepulcros o apariciones.
Entre los teatros que se construyeron destacan The Theatre (1576), The Rose (1587), The Swan (1595) y The Globe (1599), que en su forma original o bien reconstruidos permanecieron abiertos en la primera mitad de la centuria siguiente. Hacia 1609 la compañía de Shakespeare se estableció en el teatro privado de Blackfriars, aunque siguió representando en El Globo. Este último, destruido por un incendio, fue edificado de nuevo en 1614.
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