El Simbolismo fue uno de los movimientos artísticos más importantes de finales del siglo XIX. El movimiento simbolista reacciona contra los valores del materialismo y del pragmatismo de la sociedad industrial, reivindicando la búsqueda interior y la verdad universal.
El simbolismo literario animó a los escritores a expresar sus ideas, sentimientos y valores mediante símbolos o de manera implícita, más que a través de afirmaciones directas.
La palabra simbolista proviene del mundo literario; el primero en usarla fue Jean Moréas, en "Un manifiesto literario" (1886), donde define al nuevo estilo como "enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva".
Características
Las principales características del simbolismo son:
• Dotar de expresión visual a las experiencias emocionales.
• Formas planas y grandes áreas de color.
• Mensajes con un alto contenido de idealismo espiritual y religioso.
• Interés por lo subjetivo, lo irracional
• Pinceladas cursivas que intentan expresar la angustia y el desconsuelo interior.
El término simbolista procede del ámbito literario. El primero en utilizarlo fue el poeta Jean Moréas en 1885 en su "Manifiesto Simbolista" y posteriormente se aplicó a la nueva pintura ya que las intenciones de los poetas y los pintores eran semejantes.
El Simbolismo es un movimiento literario y de artes plásticas que se originó en Francia en la década de 1880, paralelo al post-impresionismo, y que surgió como reacción al enfoque realista implícito en el Impresionismo. Tanto el Impresionismo, como el idealismo y el naturalismo académico se habían identificado con los problemas contemporáneos, políticos, morales e intelectuales. Los artistas de 1885 disgustados por la incapacidad de la sociedad para resolver estos problemas buscaron nuevos valores basados en lo espiritual. Desean crear una pintura no supeditada a la realidad de su momento, rechazan lo que trae consigo la vida diaria, la aglomeración, la actividad industrial y la degradación.
Se va creando un estado de decepción frente al positivismo y cientifismo imperante y se descubre una realidad más allá de lo empírico. A esto contribuye Schopenhauer, que en su oposición al positivismo, insiste en que el mundo visible es mera apariencia y que sólo adquiere importancia cuando somos conscientes de que a través de él se expresa la verdad eterna.
Los simbolistas consideran que la obra de arte equivale a una emoción provocada por la experiencia. Tratan de exteriorizar una idea, de analizar el yo. Les interesa la capacidad de sugerir, de establecer correspondencias entre los objetos y las sensaciones, el misterio, el ocultismo. Sienten la necesidad de expresar una realidad distinta a lo tangible y tienden hacia la espiritualidad. El símbolo se convierte en su instrumento de comunicación decantándose por figuras que trascienden lo material y son signos de mundos ideales y raros. Hay una inclinación hacia lo sobrenatural, lo que no se ve, hacia el mundo de las sombras.
La revelación de Freud acerca de la vida de los sueños y la existencia de una parte irracional en lo humano es aplicada al programa simbolista reivindicando la búsqueda interior.
Cultivarán el subjetivismo, el antirracionalismo y aflorará el interés por el cristianismo y las tradiciones diversas. Estudian la ambigüedad, la belleza hermafrodita, lo andrógino, la mujer fatal que destroza cuando ama, lo femenino devorador. La mujer brota del mundo del inconsciente y para huir de la realidad adopta forma de esfinge, de sirena, de araña o de genio alado. Los seres que aparecen en ese mundo de sueño serán incorpóreos.
El simbolismo es un movimiento artístico que nace a finales del siglo XIX y que pone en común las investigaciones de pintores, poetas y literatos. Sus orígenes se vinculan al “Manifiesto del Simbolismo”, publicado en “Le Figaro” en 1886 por Jean Moréas.
Orígenes
El simbolismo es esencialmente pictórico, y es que una amplia corriente de pintura simbolista recorrió el último cuarto de siglo XIX, paralelamente a las experiencias lumínicas al impresionismo y sus secuelas. El simbolismo reprende el sentido profundo de la pintura.
Ante la pura visión de los pintores que siguen el rastro de Manet, los cuadros simbolistas remiten a escenarios oníricos en una línea que preludia lo que será el surrealismo . Como en éste, la fuerza de la imagen se basa en la meticulosidad del dibujo , en un color efectista y en la iluminación adecuada para generar una atmósfera inquietante.
El simbolismo presenta imágenes opuestas a la realidad visible o científica para demostrar que existe una realidad escondida que, si no es posible conocer, es al menos posible de intuir. Arnold Böcklin, simbolista, decía que la pintura tiene que explicar algo, que la poesía tiene que hacer pensar y una pieza musical impresionar al espectador.
El simbolismo: la expresión del mundo interior
El simbolismo tuvo una aceptación positiva relativamente generalizada entre la crítica y el público de su momento, deseosos de una pintura de vocación trascendente resuelta con una estética de asimilación fácil.
Con el simbolismo nació una división en el Arte Contemporáneo de dos tendencias opuestas. La primera, básicamente impresionista y cubista, considera la imagen como una realidad externa, concebida como un hecho existente fuera del individuo y respecto al cual este se tiene que situar. La segunda, que se identifica con el simbolismo y también con otras corrientes del arte abstracto , considera la imagen como la expresión de algo interior, de una idea, un pensamiento que tiene que ver con la personalidad y la expresividad del artista, y que está al margen de la realidad concreta del mundo que nos rodea.
Sus figuras principales, Gustave Moreau, Arnold Böcklin y Odilon Redon disfrutaron de una importante reputación. Pero el que más éxito tuvo fue Pierre Puvis de Chavannes (1824-1898), especialmente desde la presentación, en 1881, de su cuadro “El pobre pescador”. El cuadro, fascinante por su atmósfera congelada e intemporal, provocó un gran debate entre defensores y detractores de la estética fría y cargada de melancolía, en la cual el color, extraordinariamente harmonizado, es fundamental.
El Simbolismo fue uno de los movimientos artísticos más importantes de finales del siglo XIX, originado en Francia y en Bélgica. En un manifiesto literario, publicado en 1886, Jean Moréas definió este nuevo estilo como «enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva». Para los simbolistas, el mundo es un misterio por descifrar, y el poeta debe para ello trazar las correspondencias ocultas que unen los objetos sensibles (por ejemplo, Rimbaud establece una correspondencia entre las vocales y los colores en su soneto Vocales). Para ello es esencial el uso de la sinestesia.
El movimiento tiene sus orígenes en Las flores del mal, libro emblema de Charles Baudelaire. Los escritos de Edgar Allan Poe, a quien Baudelaire apreciaba en gran medida, influyeron también decisivamente en el movimiento, proporcionádole la mayoría de imágenes y figuras literarias que utilizaría. La estética del Simbolismo fue desarrollada por Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine en la década de 1870. Para 1880, el movimiento había atraído toda una generación de jóvenes escritores cansados de los movimientos realistas.
Evolución
Orígenes y precursores
Charles Baudelaire, precursor del Simbolismo.
El Simbolismo fue en sus comienzos una reacción literaria contra el Naturalismo y Realismo, movimientos anti-idealistas que exaltaban la realidad cotidiana y la ubicaban por encima del ideal. Estos movimientos provocaron un fuerte rechazo en la juventud parisina, llevándolos a exaltar la espiritualidad, la imaginación y los sueños. El primer escritor en reaccionar fue el poeta francés Charles Baudelaire, hoy considerado padre de la lírica moderna y punto de partida de movimientos como el Parnasianismo, el Decadentismo, el Modernismo y el Simbolismo. Sus obras, entre las que destacan Las flores del mal, Los pequeños poemas en prosa y Los paraísos artificiales, fueron tan renovadoras que algunas de ellas fueron prohibidas por considerarse oscuras e inmorales, al retratar sin tapujos el uso de drogas, la sexualidad y el satanismo. El primer movimiento descendiente de esta ideología postromántica sería el Parnasianismo.
Los simbolistas fueron separándose del parnasianismo porque no compartían la devoción de este por el verso perfecto. El Simbolismo se inclinaba más bien hacia el hermetismo, desarrollando un modelo de versificación más libre y desdeñando la claridad y objetividad del Parnasianismo. No obstante, varias características parnasianas fueron acogidas, como su gusto por los juegos de palabras, la musicalidad en los versos y, más que nada, el lema de Théophile Gautier del arte por el arte. Los movimientos quedaron completamente separados cuando Arthur Rimbaud y otros poetas se mofaron del estilo perfeccionista parnasiano, publicando varias parodias sobre el modo de escribir de sus más prominentes figuras
La llegada de los poetas malditos
Otros dos precursores del simbolismo fueron los franceses Arthur Rimbaud y Paul Verlaine. Estos dos poetas, que para esa época tenían una azarosa relación amorosa, fueron decisivos para el arranque del movimiento. Rimbaud, que contaba con 17 años, fue el más influyente, al buscar lo que llamó su alquimia del verbo en la cual trataba de convertirse en vidente por medio del desarreglo de todos los sentidos. Con este pretexto pasó a sumirse, junto a Verlaine, en toda una ola de excesos. Vagabundeaba día y noche por las calles de París para luego presentarse en las reuniones literarias con la ropa sucia o en estado etílico, hechos que rápidamente le dieron mala fama y el sobrenombre de enfant terrible. Sus obras más representativas fueron Una temporada en el infierno e Iluminaciones.
En cuanto a Verlaine, su libro de crítica literaria Los poetas malditos se covirtió en el más influyente escrito dentro del Simbolismo hasta esa época, mostrando la verdadera esencia del movimiento. En él se exponían ensayos sobre Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Villiers de L'Isle-Adam, y "Pobre Lelian" (anagrama del propio Verlaine), poetas que Verlaine bautizó como malditos.
Verlaine expuso que dentro de su individual y única forma, el genio de cada uno de ellos había sido también su maldición, alejándolos del resto de personas y llevándolos de esta forma a abrazar el hermetismo y la idiosincrasia como formas de escritura.3 También fueron retratados como desiguales respecto a la sociedad, al llevar vidas trágicas y entregarse con frecuencia a tendencias autodestructivas; todo esto como consecuencia de sus dones literarios. El concepto de Verlaine del poeta maldito fue en parte tomado del poema de Baudelaire llamado Bendición, que abre su libro Las flores del mal.
Después de esto, Paul Verlaine pasó a convertirse en el líder del decadentismo (movimiento literario hermano al Simbolismo) y Stéphane Mallarmé (1842–1898) pasó a ser la figura más representativa del simbolismo, en especial después de publicar su libro Una tirada de dados jamás abolirá el azar, creando un lenguaje hermético cercano al antiguo culteranismo español y a la sintaxis del inglés y reuniendo semana a semana a decenas de seguidores del movimiento en su casa.
Definición y estilo
La poesía simbolista busca vestir a la idea de una forma sensible, posee intenciones metafísicas, además intenta utilizar el lenguaje literario como instrumento cognoscitivo, por lo cual se encuentra impregnada de misterio y misticismo. Fue considerado en su tiempo por algunos como el lado oscuro del Romanticismo. En cuanto al estilo, basaban sus esfuerzos en encontrar una musicalidad perfecta en sus rimas, dejando a un segundo plano la belleza del verso. Intentaban encontrar lo que Charles Baudelaire denominó la teoría de las «correspondencias», las secretas afinidades entre el mundo sensible y el mundo espiritual. Para ello utilizaban determinados mecanismos estéticos, como la sinestesia.
El manifiesto simbolista
Los simbolistas creían que el arte debía apuntar a capturar las verdades más absolutas, las cuales sólo podían ser obtenidas por métodos indirectos y ambiguos. De esta forma, escribieron con un estilo altamente metafórico y sugestivo. El manifiesto simbolista, publicado por Jean Moréas, definía al Simbolismo como enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva y señalaba que su objetivo no está en sí mismo, sino en expresar el Ideal:
"Ainsi, dans cet art, les tableaux de la nature, les actions des humains, tous les phénomènes concrets ne sauraient se manifester eux-mêmes ; ce sont là des apparences sensibles destinées à représenter leurs affinités ésotériques avec des Idées primordiales."
(En este arte, las escenas de la naturaleza, las acciones de los seres humanos y todo el resto de fenómenos existentes no serán nombrados para expresarse a sí mismos; serán más bien plataformas sensibles destinadas a mostrar sus afinidades esotéricas con los Ideales primordiales.)
Aunque el Simbolismo es de todas las épocas, se conoce con ese nombre, a una corriente poética francesa del siglo XIX, que se opone a la representación exacta del mundo, concibe la poesía como algo misterioso y antepone el poder de evocación de los objetos sobre sus características propias. Surge en oposición al Parnacianismo.
Juan Ramón Jiménez lo define como: «la precisión de lo impreciso, eso es lo que quiere decir simbolismo, precisar en una imagen muy bella lo impreciso, por medio de símbolos, de relaciones, de correspondencias entre unas cosas y otras» (El modernismo páginas 257-59)
El Simbolismo en la literatura
Los precursores literarios de esta corriente fueron el poeta norteamericano Edgar Allan Poe, que tanto influyó sobre Charles Baudelaire, y los franceses Arthur Rimbaud y Paul Verlaine, llamados también "poetas malditos". El más representativo fue Stéphane Mallarmé, quien creó un lenguaje hermético, cercano al antiguo culteranismo español (Verlaine leyó y admiraba a Luis de Góngora) y cercano a la sintaxis del inglés. Jules Laforgue, el primer introductor del verso libre; Maurice Maeterlinck, que creó el teatro simbolista; Jean Moréas, Paul Valéry, que pasó del Simbolismo a una intelectualizada poesía pura. En otros países el Simbolismo tuvo también extensión: en Rusia, por ejemplo, fue divulgado por Alexandr Blok y Fiódor Sologub, en Suecia, el dramaturgo August Strindberg recurrió a algunos de sus postulados, y en el mundo hispanoamericano y español se difundió a través del Modernismo.
Simbolismo literario hispánico
El simbolismo literario hispánico, se subsumió en un movimiento más general conocido como Modernismo que empezó en Hispanoamérica. Se encuentra Simbolismo ya en los cubanos Julián del Casal y José Martí, en el colombiano José Asunción Silva, en el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera y en otros autores posrománticos hispanoamericanos; Rubén Darío, gran introductor del Modernismo en España, lo asimiló y difundió; en España lo cultivaron Manuel Machado y Juan Ramón Jiménez, entre los más importantes. En Argentina Leopoldo Lugones, Julio Herrera y Reissig, y en muchos otros autores modernistas.
En un manifiesto literario publicado en 1886, Jean Moréas definió el simbolismo como: "Enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva" La poesía simbólica busca darle un forma sensitiva a la idea. La literatura simbolista posee intenciones metafísicas, intenta utilizar el lenguaje literario como instrumento cognoscitivo, por lo cual se encuentra impregnada de misterio y misticismo. Intentaba encontrar lo que Charles Baudelaire gran poeta de este movimiento, denominó "correspondencias", las secretas afinidades entre el mundo sensible y el mundo espiritual. Para ello utilizaban determinados mecanismos estéticos, como la sinestesia La sinestesia en retórica, estilística y en neurología, es la mezcla de impresiones de sentidos diferentes. Un sinestético puede, por ejemplo, oír colores y ver sonidos, y sentir percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto con una textura determinada. La sinestesia es un efecto común de algunas drogas como la LSD y la mescalina. Los sinestéticos perciben con frecuencia correspondencias entre tonos de colores y tonos de sonidos e intensidades de los sabores de forma involuntaria. Por ejemplo, un sinestético puede ver un rojo más intenso cuando un sonido se vuelve más agudo, o tocar una superficie más suave le puede hacer saborear un sabor más dulce. Estas experiencias no son metafóricas o meras asociaciones. La depresión puede a aumentar la fuerza de estas percepciones. * El movimiento simbolista reacciona contra los valores del materialismo y del pragmatismo de la sociedad industrial, reivindicando la búsqueda interior y la verdad universal y para ello se sirven de los sueños que gracias a Freud ya no se conciben únicamente como imágenes irreales, sino como un medio de expresión de la realidad. Los precursores literarios de esta corriente fueron el poeta norteamericano Edgar Allan Poe, que tanto influyó sobre Charles Baudelaire, y los franceses Arthur Rimbaud y Paul Verlaine, llamados también "poetas malditos".
El más representativo fue Stéphane Mallarmé (1842-1898), quien creó un lenguaje hermético, cercano al antiguo culteranismo español (Verlaine leyó y admiraba a Luis de Góngora) y cercano a la sintaxis del inglés. Menor importancia tuvieron Auguste Villiers de l''Isle-Adam (1838-1889), Prosper Mérimmée (1803-1870), más conocido como narrador; Gérard de Nerval, (1808-1855), poeta de trágico fin; Joris Karl Huysmans (1848-1907), más conocido como escritor del decadentismo; Albert Samain (1858-1900), Rémy de Gourmont (1858-1915), Alfred Jarry (1873-1907), creador de la Patafísica y más importante como autor teatral y como precursor de la literatura de Vanguardia; Gustave Kahn (1859-1936), Jules Laforgue (1860-1887), el primer introductor del verso libre; Maurice Maeterlinck (1862-1949), que creó el teatro simbolista; Stuart Merrill (1863-1915), Albert Mockel (1866-1945), Jean Moréas (1856-1910), Henri de Régnier (1864-1936), Adolphe Retté (1863-1930), Paul Valéry (1871-1945), que pasó del simbolismo a una intelectualizada poesía pura; el belga Emile Verhaeren (1855-1916), también narrador, y Francis Vielé-Griffin (1863-1937), entre muchos otros. En otros países el simbolismo tuvo también extensión: en Rusia, por ejemplo, fue divulgado por Alexandr Blok, Fiódor Sologub, Andrei Bely; en Suecia, el dramaturgo August Strindberg recurrió a algunos de sus postulados, y en el mundo hispanoamericano y español se difundió a través del Modernismo.
El simbolismo literario animó a los escritores a expresar sus ideas, sentimientos y valores mediante símbolos o de manera implícita, más que a través de afirmaciones directas.
La palabra simbolista proviene del mundo literario; el primero en usarla fue Jean Moréas, en "Un manifiesto literario" (1886), donde define al nuevo estilo como "enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva".
Características
Las principales características del simbolismo son:
• Dotar de expresión visual a las experiencias emocionales.
• Formas planas y grandes áreas de color.
• Mensajes con un alto contenido de idealismo espiritual y religioso.
• Interés por lo subjetivo, lo irracional
• Pinceladas cursivas que intentan expresar la angustia y el desconsuelo interior.
El término simbolista procede del ámbito literario. El primero en utilizarlo fue el poeta Jean Moréas en 1885 en su "Manifiesto Simbolista" y posteriormente se aplicó a la nueva pintura ya que las intenciones de los poetas y los pintores eran semejantes.
El Simbolismo es un movimiento literario y de artes plásticas que se originó en Francia en la década de 1880, paralelo al post-impresionismo, y que surgió como reacción al enfoque realista implícito en el Impresionismo. Tanto el Impresionismo, como el idealismo y el naturalismo académico se habían identificado con los problemas contemporáneos, políticos, morales e intelectuales. Los artistas de 1885 disgustados por la incapacidad de la sociedad para resolver estos problemas buscaron nuevos valores basados en lo espiritual. Desean crear una pintura no supeditada a la realidad de su momento, rechazan lo que trae consigo la vida diaria, la aglomeración, la actividad industrial y la degradación.
Se va creando un estado de decepción frente al positivismo y cientifismo imperante y se descubre una realidad más allá de lo empírico. A esto contribuye Schopenhauer, que en su oposición al positivismo, insiste en que el mundo visible es mera apariencia y que sólo adquiere importancia cuando somos conscientes de que a través de él se expresa la verdad eterna.
Los simbolistas consideran que la obra de arte equivale a una emoción provocada por la experiencia. Tratan de exteriorizar una idea, de analizar el yo. Les interesa la capacidad de sugerir, de establecer correspondencias entre los objetos y las sensaciones, el misterio, el ocultismo. Sienten la necesidad de expresar una realidad distinta a lo tangible y tienden hacia la espiritualidad. El símbolo se convierte en su instrumento de comunicación decantándose por figuras que trascienden lo material y son signos de mundos ideales y raros. Hay una inclinación hacia lo sobrenatural, lo que no se ve, hacia el mundo de las sombras.
La revelación de Freud acerca de la vida de los sueños y la existencia de una parte irracional en lo humano es aplicada al programa simbolista reivindicando la búsqueda interior.
Cultivarán el subjetivismo, el antirracionalismo y aflorará el interés por el cristianismo y las tradiciones diversas. Estudian la ambigüedad, la belleza hermafrodita, lo andrógino, la mujer fatal que destroza cuando ama, lo femenino devorador. La mujer brota del mundo del inconsciente y para huir de la realidad adopta forma de esfinge, de sirena, de araña o de genio alado. Los seres que aparecen en ese mundo de sueño serán incorpóreos.
El simbolismo es un movimiento artístico que nace a finales del siglo XIX y que pone en común las investigaciones de pintores, poetas y literatos. Sus orígenes se vinculan al “Manifiesto del Simbolismo”, publicado en “Le Figaro” en 1886 por Jean Moréas.
Orígenes
El simbolismo es esencialmente pictórico, y es que una amplia corriente de pintura simbolista recorrió el último cuarto de siglo XIX, paralelamente a las experiencias lumínicas al impresionismo y sus secuelas. El simbolismo reprende el sentido profundo de la pintura.
Ante la pura visión de los pintores que siguen el rastro de Manet, los cuadros simbolistas remiten a escenarios oníricos en una línea que preludia lo que será el surrealismo . Como en éste, la fuerza de la imagen se basa en la meticulosidad del dibujo , en un color efectista y en la iluminación adecuada para generar una atmósfera inquietante.
El simbolismo presenta imágenes opuestas a la realidad visible o científica para demostrar que existe una realidad escondida que, si no es posible conocer, es al menos posible de intuir. Arnold Böcklin, simbolista, decía que la pintura tiene que explicar algo, que la poesía tiene que hacer pensar y una pieza musical impresionar al espectador.
El simbolismo: la expresión del mundo interior
El simbolismo tuvo una aceptación positiva relativamente generalizada entre la crítica y el público de su momento, deseosos de una pintura de vocación trascendente resuelta con una estética de asimilación fácil.
Con el simbolismo nació una división en el Arte Contemporáneo de dos tendencias opuestas. La primera, básicamente impresionista y cubista, considera la imagen como una realidad externa, concebida como un hecho existente fuera del individuo y respecto al cual este se tiene que situar. La segunda, que se identifica con el simbolismo y también con otras corrientes del arte abstracto , considera la imagen como la expresión de algo interior, de una idea, un pensamiento que tiene que ver con la personalidad y la expresividad del artista, y que está al margen de la realidad concreta del mundo que nos rodea.
Sus figuras principales, Gustave Moreau, Arnold Böcklin y Odilon Redon disfrutaron de una importante reputación. Pero el que más éxito tuvo fue Pierre Puvis de Chavannes (1824-1898), especialmente desde la presentación, en 1881, de su cuadro “El pobre pescador”. El cuadro, fascinante por su atmósfera congelada e intemporal, provocó un gran debate entre defensores y detractores de la estética fría y cargada de melancolía, en la cual el color, extraordinariamente harmonizado, es fundamental.
El Simbolismo fue uno de los movimientos artísticos más importantes de finales del siglo XIX, originado en Francia y en Bélgica. En un manifiesto literario, publicado en 1886, Jean Moréas definió este nuevo estilo como «enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva». Para los simbolistas, el mundo es un misterio por descifrar, y el poeta debe para ello trazar las correspondencias ocultas que unen los objetos sensibles (por ejemplo, Rimbaud establece una correspondencia entre las vocales y los colores en su soneto Vocales). Para ello es esencial el uso de la sinestesia.
El movimiento tiene sus orígenes en Las flores del mal, libro emblema de Charles Baudelaire. Los escritos de Edgar Allan Poe, a quien Baudelaire apreciaba en gran medida, influyeron también decisivamente en el movimiento, proporcionádole la mayoría de imágenes y figuras literarias que utilizaría. La estética del Simbolismo fue desarrollada por Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine en la década de 1870. Para 1880, el movimiento había atraído toda una generación de jóvenes escritores cansados de los movimientos realistas.
Evolución
Orígenes y precursores
Charles Baudelaire, precursor del Simbolismo.
El Simbolismo fue en sus comienzos una reacción literaria contra el Naturalismo y Realismo, movimientos anti-idealistas que exaltaban la realidad cotidiana y la ubicaban por encima del ideal. Estos movimientos provocaron un fuerte rechazo en la juventud parisina, llevándolos a exaltar la espiritualidad, la imaginación y los sueños. El primer escritor en reaccionar fue el poeta francés Charles Baudelaire, hoy considerado padre de la lírica moderna y punto de partida de movimientos como el Parnasianismo, el Decadentismo, el Modernismo y el Simbolismo. Sus obras, entre las que destacan Las flores del mal, Los pequeños poemas en prosa y Los paraísos artificiales, fueron tan renovadoras que algunas de ellas fueron prohibidas por considerarse oscuras e inmorales, al retratar sin tapujos el uso de drogas, la sexualidad y el satanismo. El primer movimiento descendiente de esta ideología postromántica sería el Parnasianismo.
Los simbolistas fueron separándose del parnasianismo porque no compartían la devoción de este por el verso perfecto. El Simbolismo se inclinaba más bien hacia el hermetismo, desarrollando un modelo de versificación más libre y desdeñando la claridad y objetividad del Parnasianismo. No obstante, varias características parnasianas fueron acogidas, como su gusto por los juegos de palabras, la musicalidad en los versos y, más que nada, el lema de Théophile Gautier del arte por el arte. Los movimientos quedaron completamente separados cuando Arthur Rimbaud y otros poetas se mofaron del estilo perfeccionista parnasiano, publicando varias parodias sobre el modo de escribir de sus más prominentes figuras
La llegada de los poetas malditos
Otros dos precursores del simbolismo fueron los franceses Arthur Rimbaud y Paul Verlaine. Estos dos poetas, que para esa época tenían una azarosa relación amorosa, fueron decisivos para el arranque del movimiento. Rimbaud, que contaba con 17 años, fue el más influyente, al buscar lo que llamó su alquimia del verbo en la cual trataba de convertirse en vidente por medio del desarreglo de todos los sentidos. Con este pretexto pasó a sumirse, junto a Verlaine, en toda una ola de excesos. Vagabundeaba día y noche por las calles de París para luego presentarse en las reuniones literarias con la ropa sucia o en estado etílico, hechos que rápidamente le dieron mala fama y el sobrenombre de enfant terrible. Sus obras más representativas fueron Una temporada en el infierno e Iluminaciones.
En cuanto a Verlaine, su libro de crítica literaria Los poetas malditos se covirtió en el más influyente escrito dentro del Simbolismo hasta esa época, mostrando la verdadera esencia del movimiento. En él se exponían ensayos sobre Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Villiers de L'Isle-Adam, y "Pobre Lelian" (anagrama del propio Verlaine), poetas que Verlaine bautizó como malditos.
Verlaine expuso que dentro de su individual y única forma, el genio de cada uno de ellos había sido también su maldición, alejándolos del resto de personas y llevándolos de esta forma a abrazar el hermetismo y la idiosincrasia como formas de escritura.3 También fueron retratados como desiguales respecto a la sociedad, al llevar vidas trágicas y entregarse con frecuencia a tendencias autodestructivas; todo esto como consecuencia de sus dones literarios. El concepto de Verlaine del poeta maldito fue en parte tomado del poema de Baudelaire llamado Bendición, que abre su libro Las flores del mal.
Después de esto, Paul Verlaine pasó a convertirse en el líder del decadentismo (movimiento literario hermano al Simbolismo) y Stéphane Mallarmé (1842–1898) pasó a ser la figura más representativa del simbolismo, en especial después de publicar su libro Una tirada de dados jamás abolirá el azar, creando un lenguaje hermético cercano al antiguo culteranismo español y a la sintaxis del inglés y reuniendo semana a semana a decenas de seguidores del movimiento en su casa.
Definición y estilo
La poesía simbolista busca vestir a la idea de una forma sensible, posee intenciones metafísicas, además intenta utilizar el lenguaje literario como instrumento cognoscitivo, por lo cual se encuentra impregnada de misterio y misticismo. Fue considerado en su tiempo por algunos como el lado oscuro del Romanticismo. En cuanto al estilo, basaban sus esfuerzos en encontrar una musicalidad perfecta en sus rimas, dejando a un segundo plano la belleza del verso. Intentaban encontrar lo que Charles Baudelaire denominó la teoría de las «correspondencias», las secretas afinidades entre el mundo sensible y el mundo espiritual. Para ello utilizaban determinados mecanismos estéticos, como la sinestesia.
El manifiesto simbolista
Los simbolistas creían que el arte debía apuntar a capturar las verdades más absolutas, las cuales sólo podían ser obtenidas por métodos indirectos y ambiguos. De esta forma, escribieron con un estilo altamente metafórico y sugestivo. El manifiesto simbolista, publicado por Jean Moréas, definía al Simbolismo como enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva y señalaba que su objetivo no está en sí mismo, sino en expresar el Ideal:
"Ainsi, dans cet art, les tableaux de la nature, les actions des humains, tous les phénomènes concrets ne sauraient se manifester eux-mêmes ; ce sont là des apparences sensibles destinées à représenter leurs affinités ésotériques avec des Idées primordiales."
(En este arte, las escenas de la naturaleza, las acciones de los seres humanos y todo el resto de fenómenos existentes no serán nombrados para expresarse a sí mismos; serán más bien plataformas sensibles destinadas a mostrar sus afinidades esotéricas con los Ideales primordiales.)
Aunque el Simbolismo es de todas las épocas, se conoce con ese nombre, a una corriente poética francesa del siglo XIX, que se opone a la representación exacta del mundo, concibe la poesía como algo misterioso y antepone el poder de evocación de los objetos sobre sus características propias. Surge en oposición al Parnacianismo.
Juan Ramón Jiménez lo define como: «la precisión de lo impreciso, eso es lo que quiere decir simbolismo, precisar en una imagen muy bella lo impreciso, por medio de símbolos, de relaciones, de correspondencias entre unas cosas y otras» (El modernismo páginas 257-59)
El Simbolismo en la literatura
Los precursores literarios de esta corriente fueron el poeta norteamericano Edgar Allan Poe, que tanto influyó sobre Charles Baudelaire, y los franceses Arthur Rimbaud y Paul Verlaine, llamados también "poetas malditos". El más representativo fue Stéphane Mallarmé, quien creó un lenguaje hermético, cercano al antiguo culteranismo español (Verlaine leyó y admiraba a Luis de Góngora) y cercano a la sintaxis del inglés. Jules Laforgue, el primer introductor del verso libre; Maurice Maeterlinck, que creó el teatro simbolista; Jean Moréas, Paul Valéry, que pasó del Simbolismo a una intelectualizada poesía pura. En otros países el Simbolismo tuvo también extensión: en Rusia, por ejemplo, fue divulgado por Alexandr Blok y Fiódor Sologub, en Suecia, el dramaturgo August Strindberg recurrió a algunos de sus postulados, y en el mundo hispanoamericano y español se difundió a través del Modernismo.
Simbolismo literario hispánico
El simbolismo literario hispánico, se subsumió en un movimiento más general conocido como Modernismo que empezó en Hispanoamérica. Se encuentra Simbolismo ya en los cubanos Julián del Casal y José Martí, en el colombiano José Asunción Silva, en el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera y en otros autores posrománticos hispanoamericanos; Rubén Darío, gran introductor del Modernismo en España, lo asimiló y difundió; en España lo cultivaron Manuel Machado y Juan Ramón Jiménez, entre los más importantes. En Argentina Leopoldo Lugones, Julio Herrera y Reissig, y en muchos otros autores modernistas.
En un manifiesto literario publicado en 1886, Jean Moréas definió el simbolismo como: "Enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva" La poesía simbólica busca darle un forma sensitiva a la idea. La literatura simbolista posee intenciones metafísicas, intenta utilizar el lenguaje literario como instrumento cognoscitivo, por lo cual se encuentra impregnada de misterio y misticismo. Intentaba encontrar lo que Charles Baudelaire gran poeta de este movimiento, denominó "correspondencias", las secretas afinidades entre el mundo sensible y el mundo espiritual. Para ello utilizaban determinados mecanismos estéticos, como la sinestesia La sinestesia en retórica, estilística y en neurología, es la mezcla de impresiones de sentidos diferentes. Un sinestético puede, por ejemplo, oír colores y ver sonidos, y sentir percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto con una textura determinada. La sinestesia es un efecto común de algunas drogas como la LSD y la mescalina. Los sinestéticos perciben con frecuencia correspondencias entre tonos de colores y tonos de sonidos e intensidades de los sabores de forma involuntaria. Por ejemplo, un sinestético puede ver un rojo más intenso cuando un sonido se vuelve más agudo, o tocar una superficie más suave le puede hacer saborear un sabor más dulce. Estas experiencias no son metafóricas o meras asociaciones. La depresión puede a aumentar la fuerza de estas percepciones. * El movimiento simbolista reacciona contra los valores del materialismo y del pragmatismo de la sociedad industrial, reivindicando la búsqueda interior y la verdad universal y para ello se sirven de los sueños que gracias a Freud ya no se conciben únicamente como imágenes irreales, sino como un medio de expresión de la realidad. Los precursores literarios de esta corriente fueron el poeta norteamericano Edgar Allan Poe, que tanto influyó sobre Charles Baudelaire, y los franceses Arthur Rimbaud y Paul Verlaine, llamados también "poetas malditos".
El más representativo fue Stéphane Mallarmé (1842-1898), quien creó un lenguaje hermético, cercano al antiguo culteranismo español (Verlaine leyó y admiraba a Luis de Góngora) y cercano a la sintaxis del inglés. Menor importancia tuvieron Auguste Villiers de l''Isle-Adam (1838-1889), Prosper Mérimmée (1803-1870), más conocido como narrador; Gérard de Nerval, (1808-1855), poeta de trágico fin; Joris Karl Huysmans (1848-1907), más conocido como escritor del decadentismo; Albert Samain (1858-1900), Rémy de Gourmont (1858-1915), Alfred Jarry (1873-1907), creador de la Patafísica y más importante como autor teatral y como precursor de la literatura de Vanguardia; Gustave Kahn (1859-1936), Jules Laforgue (1860-1887), el primer introductor del verso libre; Maurice Maeterlinck (1862-1949), que creó el teatro simbolista; Stuart Merrill (1863-1915), Albert Mockel (1866-1945), Jean Moréas (1856-1910), Henri de Régnier (1864-1936), Adolphe Retté (1863-1930), Paul Valéry (1871-1945), que pasó del simbolismo a una intelectualizada poesía pura; el belga Emile Verhaeren (1855-1916), también narrador, y Francis Vielé-Griffin (1863-1937), entre muchos otros. En otros países el simbolismo tuvo también extensión: en Rusia, por ejemplo, fue divulgado por Alexandr Blok, Fiódor Sologub, Andrei Bely; en Suecia, el dramaturgo August Strindberg recurrió a algunos de sus postulados, y en el mundo hispanoamericano y español se difundió a través del Modernismo.
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