REALISMO Y NATURALISMO:
El
Romanticismo había nacido en el seno de la burguesía que, asumiendo la
ideología liberal romántica, conquista el poder político en la mayoría
de la Europa occidental. A lo largo del s. XIX, la nueva clase burguesa
sigue prosperando gracias a la aplicación de los avances científicos a
la industria; es lo que se llama Revolución Industrial. El triunfo del maquinismo va a enriquecer rápidamente a la burguesía, enriquecimiento que provocará el abandono de sus ideales liberales, una vez conseguido el poder político. De este modo nace el capitalismo, sistema
en el que la producción industrial condicionará la vidaeconómica,
social y política. Transformará totalmente la sociedad occidental,
eliminándose la importancia de la aristocracia heredada y encumbrándose
en la cima de la pirámide social la "aristocracia del dinero". Surgirá
una nueva clase, el proletariado industrial, sometido a las necesidades
de producción, desprotegido ante el poder de la burguesía y que vive en
una situación próxima a la miseria.
Buena parte de la literatura realista y, sobre todo, naturalista va a intentar reflejar esta
situación de desequilibrio social, presentando los aspectos más negativos de la sociedad industrial.
La ideología de la época realista va a valorar lo colectivo, el grupo social, los
ambientes en los que el individuo se inscribe y desenvuelve. Esto se va a reflejar en la
técnica novelística mediante la situación del personaje en estrecha relación con su
ambiente: El personaje va a ser siempre producto de un ambiente.
El
tránsito entre el Romanticismo y el nuevo movimiento no se produce de
una forma brusca, sino gradual, a través de unos autores y obras que
están a caballo entre Romanticismo y Realismo.
La nueva estética literaria de la que estamos hablando se manifestó en todos los géneros,
pero fue en la novela en el que alcanzó unas cotas más altas.
El nacimiento del nuevo movimiento literario se produce por las peculiaridades de la vida en la segunda mitad del siglo:
La base teórica del nuevo movimiento literario va a ser una escuela filosófica llamada
Positivismo, inaugurada por el francés Augusto Comte y que llega a su momento de máximo
esplendor con la publicación del Curso de filosofía positiva en la década de los 50.
El Positivismo reduce el objetivo del conocimiento humano a los llamados "hechos
positivos", o sea, aquellos hechos que pueden ser captados por los sentidos y someterse a
comprobación por medio de la experiencia. Comte, defendiendo su teoría, afirmaba que la razón
humana "tenía que prescindir de preocupaciones teólogicas y metafísicas" para reducirse al
estudio de las ciencias positivas (Matemáticas, Física, Biología, Química, etc...).
La
teoría positivista pretendió, también, establecer períodos en la vida
(que se relacionan con la Historia) del hombre. Con esta intención,
Comte formuló su teoría de los "estados". Según
ella, en un primer estado, el teológico, se buscan las causas y principios de las cosas, y se recurre
a la divinidad para explicarlos; en un segundo estado, el metafísico, se siguen buscando los
conocimientos absolutos, pero los agentes sobrenaturales de antes se sustituyen ahora por
entidades abstractas; finalmente, en un tercer estado, el positivo, domina la observación y la mente humana se atiene a las cosas en cuanto son.
La
teoría positiva tuvo una gran importancia en los literatos de la época.
Sus tesis fundamentales contribuyeron al nacimiento de una novela
fundamentalmente agnóstica, preocupada fundamentalmente por la realidad
externa (comprobable por los sentidos) y por las cuestiones sociales (en
el Naturalismo, principalmente).
Como consecuencia de la filosofía positiva, y apoyándose en los "sorprendentes" avances
científicos, toda la segunda mitad del siglo va a estar dominada por la exaltación de la ciencia,
que se va a convertir en un verdadero "dios", lo mismo que había sucedido con la razón en el s.
XVIII o con el sentimiento en el Romanticismo. El hombre de la época va a confiar en los poderes
casi ilimitados de la ciencia como respuesta a los grandes interrogantes de la vida. Todo debe
apoyarse en datos demostrables, como exige el hombre del "estado positivo"; y ésto es perfectamente aplicable a las obras literarias.
Podemos decir que el movimiento realista surge en Francia con la aparición del novelista
Stendhal, que escribió sus novelas basándose en el análisis psicológico de los personajes y en la
práctica de la observación. Según Stendhal, la novela debe ser "como un espejo colocado a lo
largo del camino". Stendhal es un novelista que todavía está a caballo entre Romanticismo y
Realismo: muchos de sus personajes y ambientes son románticos, pero su técnica es ya
puramente realista: la descripción fiel de la realidad circundante.
Aunque
podamos considerar a Stendhal ya como un autor realista, los verdaderos
iniciadores del género fueron los novelistas Balzac y Flaubert. Balzac
reunió todas sus novelas bajo el nombre genérico de La Comedia Humana,
obra con la que pretende hacer el retrato de la sociedad francesa de su
época. Gustave Flaubert, con su obra Madame Bovary, consigue establecer
el modelo de estudio de la psicología femenina.
En el último tercio del s. XIX, otro francés, Emile Zola (1840-1902), da un paso adelante
en la evolución del movimiento realista, incluyendo la novela europea en lo que se habría de
llamar Naturalismo. Zola se preocupará de establecer claramente las bases teóricas sobre las
que apoyará su creación literaria mediante la publicación de un gran número de artículos y
ensayos. El más importante de esos ensayos es La novela experimental (1879), manifiesto
estético en el que se fijan las líneas maestras de la corriente literaria. Vamos a repasar ahora los
puntos principales de la teoría naturalista: Los naturalistas querrán aplicar a la literatura
(a la novela, sobre todo) los nuevos métodos científicos (análisis empírico) de la Biología, la Física,
la Medicina, los descubrimientos de Darwin y Mendel, etc…
Zola plantea, en primer lugar, la definición de la novela naturalista, estableciendo un
paralelo entre ésta y las bases que el doctor Claude Bernard había establecido unos años antes
para la ciencia médica: "A menudo me bastará con reemplazar la palabra médico por la palabra novelista para hacer claro mi pensamiento y darle el vigor de una verdad científica."
El supuesto del que parte Zola para la definición de la nueva narrativa es evidente:
"Puesto que la medicina, que era un arte, se está convirtiendo en una ciencia, por qué
la literatura no ha de convertirse también en una ciencia gracias al método
experimental?", se dice que Zola buscaba en los libros de medicina los detalles de sus personajes.
En el proceso iniciado de esta forma, el autor francés establece una diferencia
fundamental entre observación y experimentación. Para ello, toma como base una idéntica
distinción
científica trazada por Bernard: "El observador constata pura y
simplemente los fenómenos que tiene ante sus ojos y tiene que ser el
fotógrafo de los fenómenos; su observación debe representar
exactamente a la naturaleza (...)
El
escritor puramente realista se queda en el primer momento (la
observación), mientras que el escritor naturalista observa y
experimenta(…) Cita: ("El novelista no es más que un escribano que no juzga ni saca conclusiones (...); el
novelista
desaparece, guarda para sí sus emociones, expone simplemente las
cosas que ha visto (…) La intervención apasionada o enternecida del
escritor empequeñece la novela, velando la nitidez de las líneas, introduciendo un elemento extraño en los hechos, que destruye su valor científico.")
También subyace en lo anterior el enfoque determinista de la novela, entendido como
búsqueda
de las causas próximas o determinantes de los fenómenos. La base del
determinismo se encuentra en el medio, entendido por Zola en una doble
vertiente: la fuerza de la herencia (Mendel) y el medio social (Darwin: la adaptación al medio y la supremacía del más fuerte):"Nuestro gran estudio está aquí, en el trabajo recíproco de la sociedad sobre el individuo y del individuo sobre la sociedad."
En cualquier caso, aunque el novelista no pueda en algunas ocasiones explicar el por qué
de las acciones humanas, sí podrá dejar constancia, basándose en una observación estricta,de
los comportamientos de sus personajes-pacientes.
En las novelas, el cientifismo puede demostrarse, simplemente, con la alusión al
nacimiento de dos géneros novelísticos nuevos: la novela policíaca y el relato de anticipación.
La novela policíaca.-
El recurso al misterio y al terror comienza a utilizarse durante el Romanticismo, pero va a
ser a mediados del siglo cuando comenzarán a divulgarse en Francia los relatos del americano
Edgar Allan Poe (1809-1849) que traerán como consecuencia el que muchos autores comiencen
a escribir relatos en los que se presenta una acción criminal llena de misterio como problema
que, racionalmente, ha de merecer una explicación por parte del detective protagonista. Es a
partir de 1870 cuando se van a multiplicar los relatos políciacos, dentro de los que destaca la
obra de Arthur Conan Doyle (1859-1930), que se asegurará su éxito editorial con el detective
Sherlock Holmes, gran defensor del método deductivo.
La novela policíaca no sólo servirá para presentar el razonamiento humano de acuerdo
con los métodos científicos en boga, sino que también servirá para que el autor presente una
realidad desagradable, descarnada, de acuerdo con los principios del Naturalismo literario.
La novela de anticipación.-
Pero los grandes adelantos científicos del siglo van a encontrar su cauce literario más
importante en los relatos de anticipación o en lo que más tarde se llamará ciencia-ficción.
El verdadero creador del género es el francés Julio Verne (1828-1905) que, desde 1863,
comienza a publicar una larga colleción de novelas en las que hace girar el argumento en torno a
un descubrimiento posible (el submarino, la nave espacial, los rápidos viajes, etc...), dada la
situación de la ciencia en la época.
Hasta ahora nos hemos referido tan sólo al panorama novelístico francés. pero la nueva
estética se extiende con gran rapidez por toda Europa, destacando, como figuras destacadas, el
inglés Charles Dickens, que en sus novelas nos va a dejar un retrato exhaustivo de la Inglaterra
victoriana o Rusia, que merece mención aparte.
Rusia
no irrumpe en el mapa de la literatura europea hasta el siglo XIX,
pero lo hace con una fuerza inusitada. Hasta entonces no existe
prácticamente la novela rusa, pasan de la edad media a leer y escribir
en francés entre las clases más privilegiadas. Las atormentadas obras de
sus grandes
escritores (Pushkin, Dostoievski, Tolstoi) reflejan la complejidad de
una
sociedad sometida al despótico y represor gobierno de los zares y
marcada por
la miseria de sus campesinos, sometidos como siervos a la nobleza.
El Romanticismo ruso
La
peculiar situación de Rusia hizo que la palabra de los escritores fuera
considerada la voz del pueblo, puesto que los rusos son tradicionalmente muy
amantes de la poesía y de la literatura. La censura zarista les tenía, por
ello, estrechamente vigilados.
Las
dos grandes figuras de la lírica romántica son Vasili Zhukovski
(1783-1852), traductor de poetas europeos y, sobre todo Fiódor Tiutchev
(1803-1873), poeta de profunda sensibilidad.
Alexander Pushkin (1799-1837) es la gran figura del periodo y el
renovador de la literatura rusa. Aristócrata y funcionario, estuvo desterrado
por sus ideas liberales y murió aún joven en un duelo. Cultivó todos los
géneros: poesía lírica, filosófica o satírica, épica, leyendas folklóricas,
teatro (Boris Godunov), narrativa (Cuentos de Bielkin), etcétera.
Sus dos obras más importantes son:
Eugenio
Oniegin, novela romántica en verso, de ambiente realista. La
hija del capitán, novela histórica, que relata un azaroso amor.
Mijail
Lermontov (1814-1841), amigo de Pushkin y muerto en duelo como él, es autor de la
novela episódica Un héroe de nuestro tiempo.
La narrativa realista
Nikolai
Gogol (1809-1852) es el iniciador del realismo ruso en sus primeros relatos (Diario
de un loco, El retrato), en los que no falta lo romántico (Taras Bulba),
lo grotesco (La nariz) y lo fantástico (El abrigo). Su obra
teatral El inspector (1836), en la que denuncia la corrupta burocracia
zarista, provocó un escándalo.Su
novela más famosa es Almas muertas (1842), que describe la miseria del
campo ruso a través de un estafador que obtiene tierras y subsidios alegando
tener siervos que en realidad han muerto.
Iván
Goncharov (1812-1891) trazó, con el simpático protagonista de su novela Oblómov
(1851), un retrato de la pereza y la pasividad, consideradas defectos
prototípicos del espíritu ruso.
Iván Turgeniev (1818-1883), rico y noble, viajó por Europa y trabó
amistad con varios escritores franceses. Fue dramaturgo (Un mes en el campo),
escribió relatos breves (Un rey Lear de la estepa) y novelas (Nido de
hidalgos, 1859; Padres e hijos, 1862) de ambientación rural y
temática común: frustración vital, amores fallidos, crítica a la vida rusa en
boca de un recién llegado, etc.
Fiodor
Dostoievski es uno de los mayores escritores de la historia por la hondura de los
problemas existenciales que plantea y por la complejidad psicológica de sus
personajes.
Sus
primeras novelas (Pobres gentes, 1846; Las noches blancas,
1848)
muestran la preocupación del autor por el sufrimiento humano y la
psicología del alma. Inventor de la novela psicológica, del monólogo
interior.
Liev Tolstoi
La
amplia obra de Liev Tolstoi forma un gigantesco cuadro descriptivo del
carácter y las costumbres rusas. En su juventud escribió una autobiografía en
tres partes y reflejó su experiencia bélica en los Apuntes de Sebastopol
(1855-1856), cuyo crudo realismo le causó problemas con la censura.
Su
primera obra maestra es la monumental Guerra y paz (1863-1869), crónica
de las campañas de Napoleón en Rusia a través de los avatares de dos familias
nobles. Otro gran éxito fue Ana Karenina (1877), historia de una pasión
amorosa que lleva a la protagonista al adulterio y al suicidio. Junto al fino
análisis psicológico destaca la crítica al puritanismo de las convenciones
sociales.
Convertido
en un patriarca de la cultura rusa, escribe las novelas cortas La muerte de
Ivan Ilich (1886) y La sonata a Kreutzer (1889). Su última novela, Resurrección
(1899), refleja las preocupaciones religiosas y caritativas de su vejez.
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