NARRACIÓN OCTAVA Uno siente celos de la mujer, y ella, atándose una cuerda a un dedo por la noche, siente llegar a su amante, el marido se da cuenta, y, mientras persigue al amante, la mujer pone en el lugar suyo en la cama a otra mujer, a quien el marido pega y corta las trenzas, y luego va a buscar a sus hermanos; los cuales, encontrando que aquello no era verdad, le injurian. Extrañamente maliciosa parecía a todos que doña Beatriz había sido al burlarse de su marido y todos afirmaban que el miedo de Aniquino debía de haber sido muy grande cuando, sujetándolo fuertemente la señora, la oyó decir que él le había requerido de amores. Pero luego de que el rey vio callarse a Filomena, volviéndose hacia Neifile, dijo: -Decid vos. La cual, sonriendo primero un poco, comenzó: -Hermosas señoras, gran peso me incumbe si quiero co
Poema XCII. LOS CIEGOS.
ResponderEliminarEl poema comienza con una exclamación de disgusto. El autor describe a lo largo de la primera estrofa a todas aquellas personas que vagan sin rumbo, que no son capaces de ver la realidad tal cual es. Son personas perdidas, sin destino, que apenas pueden valerse por ellas mismas. Lo plasma en el papel con un tono melancólico plagado de tristeza, una sociedad paralizada y un conjunto de individuos que ni siquiera tienen claro hacia dónde se dirigen sus vidas.
Los ojos de estos "ciegos" no pueden apreciar el colorido de la realidad, miran al cielo buscando una salvación, anhelando un milagro que cure su defecto. Sus pensamientos recurren a lo alto, a lo divino, no agachan su vista hacia el suelo, porque saben que ahí no existe un remedio. La ciudad plagada de ruidos, de sonidos, de personas hablando, de vehículos sonando, plagada de una sociedad que no se detiene a plantearse nada que no sea lo momentáneo, esta ciudad no para a escuchar el silencio. Los ciegos no dan importancia a ese ruido, ignoran la ciudad, y buscan su sueño en el cielo.
El autor también busca su sueño, pero se presenta más desgraciado que esas personas incapaces de ver, ya que él no entiende que buscan en el cielo, porqué lo buscan, y ni siquiera encuentra lo que él mismo está buscando.
Poema XCIII. A UNA TRANSEÚNTE.
ResponderEliminarLos ruidos propios de la ciudad envuelven al poeta en un murmullo del que se ve extraído al ver a una mujer. Esta mujer, que encandila al poeta, probablemente de clase alta, bien vestida, hace que el hombre se deshaga de todo lo que le rodea. Esta mujer camina de manera agraciada y provoca un sentimiento de dulzura, locura y placer en el poeta, el cual llega a experimentar la sensación de que esa bella dama tiene el encanto capaz de sumirle en una profunda paz, que es la salvación a ese caos de la ciudad y alrededor. Intercambian una mirada cargada de dulzura, que hace sentir vivo de nuevo al poeta. Es aquí entonces cuando se da cuenta de que probablemente nunca más la vuelva a ver. Se ha enamorado de manera repentina, y un sentimiento de desesperación recorre su cuerpo al suponer que no podrá disfrutar de nuevo de esa bella imagen, y no podrá demostrarle su amor a esa hermosa dama que le ha dejado sin aliento y sin respiración. Es ese sentimiento de amor que inunda al poeta en todos los sentidos al sentirse a salvo inmerso en los ojos de dicha mujer, y la exasperación al pensar que no podrá sentir ese resguardo, esa calma, paz y tranquilidad que le ha provocado el sentimiento humano más profundo de todos: El amor.
Poema LXXXVII. EL SOL.
ResponderEliminarEste poema de Charles Baudelaire se encuentra dividido en tres estrofas que reflejan cada una una idea distinta.
Primero, el poeta describe los barrios de las clases mas bajas, lo que correspondería al suburbio de la ciudad, las condiciones miserables a las que se veían sometidos a vivir determinadas personas. Todo esta escrito al amanecer, cuando el sol entra a raudales por las viejas ventanas de esas viviendas mal construidas. El autor busca palabras, rimas, versos para describir esa imagen al comienzo del día, cuando el sol despierta a las clases más pobres.
A lo largo de la segunda estrofa, se refleja al sol como el dador de vida de todo cuanto nos rodea. Deja atrás la noche, que refleja la tristeza, y trae consigo el despertar de la alegría y de un nuevo dia. El sol no distingue de clases sociales, ni de condición de sexo, edad o religión. El sol sale igual para todos, y dota a cada uno de lo necesario para vivir. Es por tanto, necesario para vivir, el que colorea las mejillas de las más jóvenes de un tono rosado y el que consigue hacer sentir vivo al que cree estar muerto. Es el que proporciona el alimento, y es por tanto la razón de que el poeta disfrute de ese amanecer que despierta a una ciudad cargada de diferentes personas.
En la última estrofa vuelve a repetir la importancia de esta estrella, aclarando finalmente que es igual para todos y visita a cada una de las personas, entrando desde una vieja ventana, hasta un enorme ventanales cargado de piedras preciosas. La Naturaleza es igual para todos.